lunes, 6 de marzo de 2006

Buenas noches, y buena suerte (2005)

Empecemos por reconocer la sobria elegancia de George Clooney, y no sólo para llevar como nadie las americanas sin corbata. Con Buenas noches, y buena suerte ha bordado una película tan contundente y eficaz que casi le devuelve a uno la confianza, si no en Hollywood, si al menos en la posibilidad marginal de hacer películas que no sean oportunistas adaptaciones de un reciente best-seller, grandilocuentes epopeyas pseudohistóricas, alérgicas comedias románticas o cualesquiera combinaciones de estos elementos. Ciñéndose a la crónica de las hostilidades iniciadas en 1954 por el periodista Edward R. Murrow desde su programa de la CBS contra el senador del lado oscuro por Wisconsin Joseph McCarthy, Buenas noches, y buena suerte es un relato compacto y austero, sin presuntuosos artificios de dirección ni líneas argumentales innecesarias. Y subrayaría particularmente algunos aciertos: por ejemplo, la elección de David Strathairn para el papel protagonista, que se mantiene siempre al filo del colapso dramático (como observa mi querido D. en su crítica, "un hombre sudoroso, aterrorizado y falto de resuello por el riesgo que corre cada vez que hace lo que cree que tiene que hacer"). El impecable empaste de material filmado e imágenes de archivo, entre los cuales resulta difícil distinguir las costuras. Y la capacidad de evocar la atmósfera nociva y asfixiante del macartismo mediante el astuto tratamiento del espacio (apenas hay otro que el interior claustrofóbico de la redacción, y los acontecimientos del exterior no encuentran otro medio de entrar en ésta que las propias pantallas). Ni siquiera los omnipresentes cigarrillos (ni su publicidad televisiva, aparentemente trivial) son en esta película un detalle decorativo: las denuncias del periodista sobre la silenciosa sumisión de los medios a los intereses de los anunciantes adquieren un matiz cruelmente irónico si sabemos que Murrow, fumador incansable, murió en 1965 de cáncer de pulmón. Más que una película de tesis, Clooney ha logrado algo así como una película-editorial, una toma de partido transparente y concisa con las palabras justas. Quizá la mejor sobre periodistas que he visto desde Todos los hombres del presidente.
En cuanto a la oportunidad de una crítica edificante sobre el espíritu periodístico, no creo que haya mucho que decir. En todo caso, sugiero que la salvación no puede buscarse ya en la reivindicación nostálgica de figuras heróicas de la historia de la profesión. La actitud de Murrow -como la de ese otro gran monstruo bicéfalo del periodismo que fue el Woodstein- sigue siendo para mí afectiva e intelectualmente emocionante. Pero siempre hay unas condiciones bajo las cuales estas figuras son posibles (y respecto a las condiciones que hicieron posible, oportuno y eficaz el ataque de Murrow a McCarthy puede consultarse este esclarecedor artículo). Ni la CBS ni el Washington Post ni ningún otro medio -convencional- es lo que era, por decirlo de un modo que me permita terminar esta entrada (¿alguien se imagina hoy un cara a cara, o simplemente algo parecido a la réplica de un diálogo, entre un periodista y un político como el que tuvieron Murrow y el senador del lado oscuro?). Como prueba irrefutable de que mi desolado escepticismo en este punto está más que justificado os propongo un reciente ejemplo de atrevidísimo periodismo de investigación en España. Ni el Watergate, ni las actas de la reunión de Carod-Rovira en Perpiñán, ni los vuelos secretos de la CIA. El programa de Telecinco El buscador, jugándose su permanencia en antena desde el primer día, descendiendo a pulmón hasta el más cenagoso subsuelo del poder, ha denunciado valientemente la siniestra trama conspiratoria que ha llevado a Las Ketchup a representar a españa en el festival de Eurovisión. Porque al final, todo se sabe.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta particularmente saber que Clooney no se atrevió a poner a ningún actor a hacer el personaje de McCarthy, porque si alguien hubiera intentado interpretarlo quedaría sobreactuado. Una excelente decisión, sacarle en imágenes de archivo. Pero con el percal actual, ni siquiera le he visto tan exagerado. Antes, los guiñoles imitaban a los personajes públicos; ahora los personajes públicos se hacen guiñoles para tener su cuota televisiva. El éxito de Eva H (aparte de sus atractivos físicos, que todos negáis por un extraño complot que tenéis para hacerme quedar como un tarado) reside en parte en que basta con dejar hablar a los personajes públicos para tener mejor material del que cualquier humorista, por ingenioso o harto de consumir lisérgicos que esté, podría pergeñar. Desdichados tiempos en los que el periodista que ha hecho suya la defensa de la libertad de expresión, el Murrow de la actualidad, es Jiménez Losantos. Desdichados tiempos en que los guiñoles son la versión más prudente y moderada de los personajes públicos. Sólo faltan las Ketchup cantando "siglo XX cambalache"... Saludos. R.

Pablo dijo...

Estoy muy de acuerdo contigo, replicante; como ya hemos comentado en otras ocasiones, los humoristas (profesionales)cada vez tienen el listón más alto: les adelantan por la derecha y por la izquierda.

Anónimo dijo...

Muy interesante. Tengo ganas de ver la película en cuestión... de 93 minutos.

Nacho

Anónimo dijo...

No te pases. Es verdad que es sobria y elegante. También que el mensaje que lanza es loable y que es una gran idea lo de insertar documentos de la época en las imágenes filmadas. Lo que pasa es que, después de hora y media, la película no me ha dicho nada que no supiera sólo con leer la sinopsis. Tiene un guión muy, muy débil, no hay un sólo personaje que evolucione en ningún sentido (como mucho, el presidente de la CBS) y el discurso final de Murrow en la entrega de premios ya lo hemos entendido durante toda la película, no hace falta que nos repita el mensaje. Por supuesto que me parece una buena película, pero no es para tanto.

Pablo dijo...

Agradezco tus siempre ponderadas matizaciones, napalm boy; coincido particularmente en lo de la redundancia del discurso de Murrow (aunque hay que valorar la dificultad de insertar textos originales como ése, que no están escritos por un guionista). En cualquier caso, tiendo a ser más comprensivo con una película de pretensiones modestas aceptablemente resueltas -como creo que es el caso-, que con los ejemplos inversos (véase el escueto post sobre Manderlay)...