La Guerra de los Mundos/I: Wells y los tasmanios
A través de los abismos del espacio, espíritus que son a los nuestros lo que nuestros espíritus son a los de las bestias de alma perecedera; inteligencias vastas, frías e implacables, contemplaban esta tierra con ojos envidiosos y trazaban con lentitud y seguridad sus planes de conquista.
Desde esta especie de darwinismo interplanetario, los humanos parecemos a los marcianos unas criaturas «tan extrañas y tan poca cosa como nos lo son los monos y los lemúridos» (y desde ese momento toda la novela estará puntuada por metáforas animalizadoras del hombre: cuando el protagonista ve por primera vez las máquinas de guerra marcianas se pregunta «qué idea se formaría un animal inferior de una locomotora o de un acorazado», y de esas mismas máquinas nos dice más tarde que se ocupaban tanto de la gente que huía despavorida «como lo haría un hombre de la agitación de un hormiguero que hubiese destruido con el pie»). Pero inmediatamente el propio narrador introduce una segunda analogía, esta vez intraespecífica:
Antes de juzgarlos [a los marcianos] con excesiva severidad, debemos recordar que nuestra propia especie ha destruido completa y bárbaramente, no tan sólo especies animales (...), sino razas humanas inferiores. Los tasmanios, a despecho de su figura humana, fueron enteramente borrados de la existencia en exterminadora guerra de cincuenta años, que emprendieron los inmigrantes europeos. ¿Somos tan grandes apóstoles de misericordia que tengamos derecho a quejarnos porque los marcianos combatieran con ese mismo espíritu?
De modo que, para ser más exactos, los marcianos son a la humanidad lo que las potencias coloniales han sido a los pueblos colonizados: incluso el inesperado desenlace de la narración aludía al colonialismo; en particular, a las cuantiosas bajas de los ejércitos europeos en Asia y África, a causa del paludismo, la disentería y tantas enfermedades tropicales a las que las tropas no estaban adaptadas. Así pues, desde su aparición, como escribe Julián Jiménez Heffernan, el marciano está ahí “como un espejo en miniatura que llevamos a todas partes, presto a devolvernos la imagen exacta de nuestra brutalidad. La hipótesis del marciano es una secreción figurativa, mal sublimada, de nuestros miedos reactivos. El imaginario marciano es, así, una coagulación simbólica de difusa mala conciencia. En el fondo, si vienen, si nos invaden, es porque algo habremos hecho”.
1 comentario:
Lei la historia de H.G Wells, me parecio impresionante; la imaginacion y las analogías que el hizo y que aca tuvieron en cuenta de la historia, y su final me dejo perplejo creo no pudo ser mejor , supo introducir los temores que quedan después de una guerra como si la hubiese vivido.
Aun asi no me envolvio tanto como lo han hecho otras historias ...
Pero en definitiva un excelente escritor de Ciencia Ficcion , tal vez como paso con Verne esta historia no este lejos...
Publicar un comentario