El regalo envenenado
Cuando mueras, los demonios y los ángeles, que son parejamente ávidos, sabiendo que estás adormecido, llegarán disfrazados a tu lecho y, acariciando tu cabeza, te darán a elegir las cosas que preferiste a lo largo de la vida. En una suerte de muestrario, al principio, te enseñarán las cosas elementales. Si te enseñan el sol, la luna o las estrellas, los verás en una esfera de cristal pintada, y creerás que esa esfera de cristal es el mundo; si te muestran el mar o las montañas, los verás en una piedra y creerás que esa piedra es el mar y las montañas; si te muestran un caballo, será una miniatura, pero creerás que ese caballo es un verdadero caballo. Los ángeles y los demonios distraerán tu ánimo con retratos de flores, de frutas abrillantadas y de bombones, haciéndote creer que eres todavía niño; te sentarán en una silla de manos, llamada también la silla de la reina o sillita de oro, y de ese modo te llevarán, con las manos entrelazadas, por aquellos corredores, al centro de tu vida, donde moran tus preferencias. Ten cuidado. Si eliges más cosas del Infierno que del Cielo, irás tal vez al Cielo; de lo contrario, si eliges más cosas del Cielo que del Infierno, corres el riesgo de ir al Infierno, pues tu amor a las cosas celestiales denotará mera concupiscencia.
Las leyes del Cielo y del Infierno son versátiles. Que vayas a un lugar o a otro depende de un íntimo detalle. Conozco personas que por una llave rota o una jaula de mimbre fueron al Infierno y otras que por un papel de diario o una taza de leche, al Cielo.
Silvina Ocampo,"Informe del Cielo y del Infierno",
en La Furia y otros cuentos (Sur. Buenos Aires, 1959)
en La Furia y otros cuentos (Sur. Buenos Aires, 1959)
2 comentarios:
Silvina Ocampo. Autora de la traducción de Emily Dickinson más criminal jamás perpetrada (prologada por Borges, por cierto). Un infierno, si.
En efecto. Desde La Marmitácora, siempre exigentes, recomendamos [de la Dickinson]la versión bilingüe de Margarita Ardanaz (Cátedra, 1997).
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