La Marmitácora se muda
Nos trasladamos a wordpress.
Así que ésta es la nueva dirección de La Marmitácora.
Gracias por los redireccionamientos...
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Publicado por Pablo a las 8:39 p. m. 4 comentarios
Al menos en esta clase de prensa la ficción era imaginativa.
Más aquí. Vía Papel continuo.
Publicado por Pablo a las 12:51 a. m. 2 comentarios
Publicado por Pablo a las 2:54 p. m. 8 comentarios
Un joven, que desde su infancia se sentía atraído por las piedras preciosas, decidió hacerse joyero. Inmediatamente se puso a buscar un maestro y fue admitido por el más famoso de ellos.
El maestro, como primera lección, le puso en la mano una piedra de jade, le cerró la mano y le dijo:
-Conserva tu mano cerrada durante un año. Adiós.
Y despidió al joven.
Éste volvió a la casa de sus padres con la mano cerrada sobre la piedra y muy descontento. "¿Cómo es posible -se preguntaba- que este maestro me haya pedido algo tan estúpido, tan difícil de llevar a cabo? ¿Cómo podré mantener la mano cerrada durante un año, sin abrirla un solo instante? ¿Por qué esa oeden basada en el capricho y que nada justifica?
Sin embargo, a pesar de estas preguntas provocadas por el enojo, el joven, secretamente intrigado por la orden recibida, consiguió tener la mano cerrada durante doce meses, incluso por la noche, incluso mientras dormía.
Cuando llegó el momento, regresó junto al maestro, abrió la mano y le dio la piedra.
-¿Y ahora qué tengo que hacer? -le preguntó.
El maestro le respondió:
-Voy a ponerte una segunda piedra en la mano y la guardarás durante un año.
Esta vez el joven estalló: ¿Un año más? ¿Por qué esa orden absurda, surgida del cerebro de un viejo idiota? Él quería ser joyero, ¿por qué no enseñarle la profesión de la forma conveniente?
Mientras gritaba, el maestro le colocó en la mano otra piedra.
El joven cerró automáticamente la mano y gritó de repente:
-¡Pero esta piedra no es de jade!
Publicado por Pablo a las 2:56 p. m. 0 comentarios
A veces ella duerme
y en su respiración
reposa el mundo
hasta que llega el alba.
La cobra de las horas
silba y se alza orgullosa
pero nunca se acerca
si ella sigue dormida.
Al fin llega la luz
y yo gustoso ofrezco
mi sangre a la serpiente
a cambio de un minuto
de sueño para ella.
Después, al despertarla,
vemos juntos
huir a nuestro reino
de desconcierto y sombra
como hormigas de tinta
en la tormenta.
Publicado por Pablo a las 8:01 p. m. 3 comentarios